En varias ocasiones he
expresado mi decisión de no casarme ni tener hijos, simplemente no me considero
apta para la vida en pareja y tampoco creo tener el amor, dedicación y
paciencia para guiar a un niño por el camino correcto o el que yo considero que
es el indicado.
Pareciera que decir esto
es igual a “voy a vender mis órganos, me dedicaré a la trata de personas, maté
a 20 y me faltan 14 más”, el 95% de las
personas se escandalizan, tratan de hacerte cambiar de opinión, te dicen “no
hay amor más grande que el de los hijos, qué aburrido estar solo, Dios no
quiero eso para su vida”, etc, etc, etc, etc, etc.
Algunos que no se quieren meter
mucho a discutir comentan: “nunca digas nunca”, una frase de tres palabras
digna de tesis de doctorado, una frase que nos dice que nada está escrito y que
los planes pueden cambiar en el momento menos esperado.
Bien, juguemos a qué pasaría
si, si acaso dentro de los planes que el Padre Bueno tiene para mí están el
matrimonio y/o hijos, sé muy pero
bien cómo no quiero ser:
· Me niego a ser de las
mujeres que se felicita a sí misma y con
orgullo publica a los cuatro vientos virtuales (sea Facebook, Twitter o
cualquier otra red social) que barrió y limpió
·
Que ya sabe la diferencia entre la lavadora y
la plancha
·
El arroz no le queda “masudo”
y los frijoles estuvieron comestibles
·
Le hicieron la “cenita
al maridito y les quedó deli deli”.
· Ir al salón de belleza y
pedir que no me corten el cabello ni me lo planchen porque al gordito no le
gusta verme “artificial”
·
Permitir que el “amorcito
precioso divino” hable y decida por mí.
· Dirigirme a él usando
los términos de “amorcito, gordito divino, bebé, bebito, chichi” para demostrar
que “lo amo”
En caso de tener hijos, yo me
niego a anularme como mujer, perdón si hay mujeres que no están de acuerdo
conmigo pero señoras es la verdad; de 10 madres que conozco, 8 hablan hasta por
los codos de sus criaturitas: que se tiró un pedo, le nació un diente, no
quiere dormir, no quiere comer, gateó, caminó, lo vacunaron, no lo vacunaron,
hizo un dibujo, masticó las crayolas.
Me niego a que mi
mundo gire en torno al fruto de mi vientre, que se me vea como una santa mártir
que tiene que dejar de lado su profesión (que mucho me ha costado), sus
aspiraciones y sueños y manifieste: “ahora sí soy feliz” y que a la hora de
relacionarme con el mundo exterior mi único tema de conversación sea el cambio
de mantillas y el establecimiento de horarios para dormir.
Sí, esto es lo que no quiero
ser y conste, en ningún momento estoy
criticando ni diciendo que casarse y tener hijos sea malo, más bien mis respetos
a esos valientes/suertudos que deciden
seguir su proyecto de vida al lado de otra persona y además muchos de ellos
asumen la responsabilidad de ser padres, pero pareciera que en una sociedad en
donde las féminas demandamos equidad y reconocimiento, el mismo colectivo nos
sigue imponiendo la tesis de “ya no sos más vos, ahora sos esposita y madrecita porque eso es lo que te toca".
Eso es en resumen lo que no quiero
ser.
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