sábado, 27 de noviembre de 2010

Los extraños designios de Dios



Hace un año di un paso en falso: renuncié a un trabajo para irme a otro el cual pensaba que era la oportunidad de mi vida, cuando en realidad fue la pesadilla de mi vida que me costó lágrimas y gastritis.

La pesadilla terminó pero me costó recuperarme, por más puertas que tocaba, por más oraciones y reclamos no entendía que era lo que Dios quería de mí, qué lección quería que aprendiera, de qué me estaba librando o para qué me estaba guardando. En fin, cuando pensé que las cosas no podían ir peor, me enfrento a otro revés, terminar mi relación de tres años.

Y justo cuando me imaginaba que me iba a convertir en la paciente favorita del hotel de Pavas, osea del Psiquiátrico, Dios me abrió las puertas, me dio una nueva y mejor oportunidad laboral y me llevó a un retiro, actividad a la que tenía unos cinco años de no ir.

Quizá con mente más fría empiezo a entender poquito a poquito los para qué: siento que esa horrible experiencia laboral me hizo más tolerante, que los malos ratos que tuve me hicieron más humana y que todas las puertas que toqué y que no se abrieron, me ayudaron a ser más analítica.

En el transcurso de estas semanas seguiré descubriendo los otros para qué, o puede que nunca llegue a conocerlos del todo, lo único que sé es que los designios de Dios son demasiado extraños pero siempre tienen una lección.

Para los que no creen en Dios, esto puede ser simplemente el ciclo normal de la vida, acción y consecuencia, premio a la insistencia; pero para los que creemos en el Sumo Bien, es el desierto por el que todos tenemos que pasar para llegar a la tierra prometida.

¿Qué creen?

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