viernes, 22 de agosto de 2014

Lo que no quiero ser




En varias ocasiones he expresado mi decisión de no casarme ni tener hijos, simplemente no me considero apta para la vida en pareja y tampoco creo tener el amor, dedicación y paciencia para guiar a un niño por el camino correcto o el que yo considero que es el indicado. 

Pareciera que  decir esto es igual a “voy a vender mis órganos, me dedicaré a la trata de personas, maté a 20  y me faltan 14 más”, el 95% de las personas se escandalizan, tratan de hacerte cambiar de opinión, te dicen “no hay amor más grande que el de los hijos, qué aburrido estar solo, Dios no quiero eso para su vida”, etc, etc, etc, etc, etc.

Algunos que no se quieren meter mucho a discutir comentan: “nunca digas nunca”, una frase de tres palabras digna de tesis de doctorado, una frase que nos dice que nada está escrito y que los planes pueden cambiar en el momento menos esperado.

Bien, juguemos a qué pasaría si, si acaso dentro de los planes que el Padre Bueno tiene para mí están el matrimonio y/o hijos, sé muy pero bien cómo no quiero ser:

·     Me niego a ser de las mujeres que se felicita a sí misma y con  orgullo publica a los cuatro vientos virtuales (sea Facebook, Twitter o cualquier otra red social) que barrió y limpió
·         Que ya sabe la diferencia entre la lavadora y la plancha
·         El arroz no le queda “masudo” y los frijoles estuvieron comestibles
·         Le hicieron la “cenita al maridito y les quedó deli deli”.
·     Ir al salón de belleza y pedir que no me corten el cabello ni me lo planchen porque al gordito no le gusta verme “artificial”
·         Permitir que el “amorcito precioso divino” hable y decida por mí.
·      Dirigirme a él usando los términos de “amorcito, gordito divino, bebé, bebito, chichi” para demostrar que “lo amo”


 En caso de tener hijos, yo me niego a anularme como mujer, perdón si hay mujeres que no están de acuerdo conmigo pero señoras es la verdad; de 10 madres que conozco, 8 hablan hasta por los codos de sus criaturitas: que se tiró un pedo, le nació un diente, no quiere dormir, no quiere comer, gateó, caminó, lo vacunaron, no lo vacunaron, hizo un dibujo, masticó las crayolas.

Me niego a que mi mundo gire en torno al fruto de mi vientre, que se me vea como una santa mártir que tiene que dejar de lado su profesión (que mucho me ha costado), sus aspiraciones y sueños y manifieste: “ahora sí soy feliz” y que a la hora de relacionarme con el mundo exterior mi único tema de conversación sea el cambio de mantillas y el establecimiento de horarios para dormir.

Sí, esto es lo que no quiero ser y conste, en ningún momento estoy criticando ni diciendo que casarse y tener hijos sea malo, más bien mis respetos a esos valientes/suertudos que  deciden seguir su proyecto de vida al lado de otra persona y además muchos de ellos asumen la responsabilidad de ser padres, pero pareciera que en una sociedad en donde las féminas demandamos equidad y reconocimiento, el mismo colectivo nos sigue imponiendo la tesis de “ya no sos más vos, ahora sos esposita y madrecita porque eso es lo que te toca".

Eso es en resumen lo que no quiero ser.