domingo, 24 de abril de 2011

¡¡Resucitó!!

El sepulcro está vacío, las tinieblas del mundo se destruyeron, Cristo resucitó al tercer día,  como lo prometió y está a la derecha del Padre. Nuestra fe como creyentes descansa en la resurrección.

El Hijo del Padre también nos invita a resucitar, a mover la piedra de ese sepulcro de vicios, de rencor, de amargura, materialismo, máscaras, egoísmo y convertirnos en mejores personas, en luz en medio de esta oscuridad.

Ser cristiano en estos tiempos es muy difícil, porque el ajetreo diario en ocasiones nos impide tomar unos momentos de silencio para conversar con Dios, porque a veces perdemos la dulzura del carácter o estamos tan a la defensiva por la delincuencia que nos rodea que olvidamos ser amables con los extraños.

Resucitemos a una vida nueva, seamos luz en este mundo, seamos mejores cristianos, mejores personas, tengamos una sonrisa en los labios, una palabra amable, una palabra de aliento, con pequeñas acciones construyamos un mundo mejor y aclaremos poco a poco las tinieblas.

¡¡Felices Pascuas de Resurrección!!



“Mientras ellas se quedaron aterrorizadas y bajaron la cabeza al suelo, les dijeron: ¿Poe qué buscan entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado” Lucas 24, 5

martes, 19 de abril de 2011

Viviendo esta Semana Santa

Los católicos celebramos la Semana Santa, la Semana en donde recordamos la entrada triunfal de Cristo a Jerusalén, la Última Cena, la Muerte y Resurrección, las procesiones las heredamos, mientras que en Costa Rica el chiverre y las sardinas se han vuelto tradición.

Este tiempo también es aprovechado por muchas personas para irse de paseo, para disfrutar con sus familias, otros tienen que trabajar esos días.

La Iglesia nos invita a reflexionar en esta época, nos invita a hacer ayuno, a convertirnos, a contemplar el sacrificio del Hijo del Padre, invitaciones que muchas veces se ven acompañadas de la comida,  del sonido de los tambores de las procesiones y de las películas.

Tratemos esta Semana Santa de escaparnos por un momento de la rutina, del paseo, de lo que nos rodea y conversemos a solas con Dios, sí, busquemos un momento para conversar con nuestro Creador, para reflexionar sobre nuestra vida, sobre nuestro actuar, guardemos silencio y escuchemos lo que Dios nos tiene que decir, quizá la respuesta que tanto buscamos está en el sonido del mar o en el atardecer.

Conversemos con Dios, conversemos con Jesús y de paso, agradezcámosle al Padre por enviar a su Único Hijo a lavar con su sangre nuestros pecados y trabajemos en ser merecedores de ese sacrificio.

“Yo he venido como luz al mundo, para que todo el que cree en mí no permanezca en tinieblas”, Juan 12, 46